En el Burgundy. ¿Podrías -dijo Trafalgar- escribir un cuento con cada uno de mis viajes?. -Ni loca -le contesté-. En primer lugar los cuentos propuestos por los demás nunca sirven: los cuentos lo eligen a uno, no uno a los cuentos. No me repliques, mirá que el maestro Borges está de acuerdo conmigo. Fumó y me miró a través del humito azul del corto negro sin filtro pestilente, un asco. Y además se sonrió. -¿Y en segundo lugar?- dijo al rato. -En segundo lugar tus viajes son siempre iguales. -¡Eh, che, pará, cómo siempre iguales! -Y, sí, te pasan un montón de cosas raras, te le tirás, generalmente con éxito, a la más linda que anda por ahí, ganás pilas de guita, ¿y en qué la gastás? En café amargo, cigarrillos negros y discos de pasta. -¡Qué! ¿No te parece estupendo? -No. Sí. Qué sé yo. A veces me dan ganas de matarte. Y a veces te envidio hasta el caracú. Se rió otra vez, por entre el humo. -Otro café, Marcos -dijo. En este libro, Angélica Gorodische

Trafalgar de ANGELICA GORODISCHER

Trafalgar de ANGELICA GORODISCHER
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En el Burgundy. ¿Podrías -dijo Trafalgar- escribir un cuento con cada uno de mis viajes?. -Ni loca -le contesté-. En primer lugar los cuentos propuestos por los demás nunca sirven: los cuentos lo eligen a uno, no uno a los cuentos. No me repliques, mirá que el maestro Borges está de acuerdo conmigo. Fumó y me miró a través del humito azul del corto negro sin filtro pestilente, un asco. Y además se sonrió. -¿Y en segundo lugar?- dijo al rato. -En segundo lugar tus viajes son siempre iguales. -¡Eh, che, pará, cómo siempre iguales! -Y, sí, te pasan un montón de cosas raras, te le tirás, generalmente con éxito, a la más linda que anda por ahí, ganás pilas de guita, ¿y en qué la gastás? En café amargo, cigarrillos negros y discos de pasta. -¡Qué! ¿No te parece estupendo? -No. Sí. Qué sé yo. A veces me dan ganas de matarte. Y a veces te envidio hasta el caracú. Se rió otra vez, por entre el humo. -Otro café, Marcos -dijo. En este libro, Angélica Gorodische